Tuve un encuentro con el olvido.
Me recordó durante horas que ya era parte
de mi memoria navegante,
entre unos cuantos de ellos,
unas cuantas penas,
rabias, emociones encubiertas.

Que el viento de mi pasado podía de mala manera
manejar el velero en sentido contrario.
Para no caer entonces en la profundidad marina
llena de monstruos inocentes,
subí hasta la luna para tirarme un piquero
y caer en tierra firme, en memoria superada,
resiliencia de la rabia.