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viernes, 8 de octubre de 2010

El pobre Joaquín.

Joaquín se despertó temprano e inquieto como de costumbre.
Su abuela, o mamá Herna, como le dice él, ya venía cruzando el pasto mojado de su casa para llegar a darle el desayuno de todos los días.

Pobre Joaquín, mamá ya estaba dando clases en la escuelita del pueblo, y papá se había ido temprano en su lancha para ir a trabajar. Se sentía solo, los días estaban nublados y helados para variar, con esa lluvia sutil cada ciertos minutos, no existe día con su ausencia.

-Mamá Herna, mamá Herna! ¿Vamos a buscar papas al huerto para la comida de mamá?
-Dijo Joaquín con sus ojitos brillantes y entusiastas.
-Podemos ir, pero primero, termina tu desayuno como buen niño, y luego, esperamos a ver si el sol quiere salir a jugar con nosotros para no terminar tan empapados y no enfermarnos.
-No importa si me mojo mamá Herna, papá dice que soy tan fuerte como él, así que no me enfermaré.
-Pero Joaquín...
-¡¡¡DIJE QUE NO IMPORTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
-Gritó Joaquín desesperado y rabioso como perro encerrado.

Pero claro, Joaquín no tenía amigos, vivía de lluvia en lluvia, por lo que no podía salir a ningún lado a soltar sus energías de niño curioso.

Saltó en un sin tiempo sobre su mamá Herna y la despellejó sin control hasta dejarle sangrando los ojos, odiaba todo, hasta a él mismo, pero tampoco entendía lo que le pasaba.
Abrió la puerta principal, y al dar un paso fuera de la casa se detuvo para contemplar con siniestra mirada sus alrededores, nunca había nadie, salvo los animales y el humo de la chimenea que eran los movimientos más visibles.
Una vez que se sintió libre sacó papas del huerto y las lanzó al cielo una por una, las observaba como pequeños luceros imaginando que iban en su busca, corrió entre el pasto verde, acompañado de los caballos, cerdos, ovejas, pollos y todos los animales de la granja, que sin saberlo, eran los únicos con vida en su mundo tan solo. Luego se sintió cansado y cayó al pasto mirando las nubes, pensando que eran como olas que querían llevárselo, luego de pensar éso recordó que el mar estaba frente a su casa, tenía miles de ideas en la mente, pero sólo una se apoderó de él.
Caminó derecho sin desviarse, sacándose la ropa que lo asfixiaba para bañarse con la libertad de la lluvia que corría por su cuerpo agitado, siempre quiso hacer eso, sólo que nunca lo dejaron. No miró nada, no recordó nada, no pensó nada, sólo caminó en una dirección determinada hasta llegar al único bote abandonado en la caleta, nadó, sin saber cómo, pero nadó, entró al bote y una vez ahí, en vez de subir y entrar el ancla, la soltó y dejó sumergirse hasta el fondo del mar.
Cada minuto se alejaba más, estaba tieso, sin hacer nada, en un momento sintió ver a lo lejos como llegaba su papa a la casa, lloró, sólo sabía que era libre y que no quería volver, NO PODÍA.

Ya no había paisaje que divisar, la lluvia caía fuerte por su pelo, su cuerpo estaba pálido, casi sin color, sin temperatura, sin rastro alguno. Estaba afirmado con las dos manos en los costados del bote que cada vez se movía más rápido por las olas, tuvo miedo, frío, incertidumbre, su conciencia confusa ya no le servía para tratar de salvarse de la muerte que sentía al lado suyo.
¡CAYÓ DEL BOTE! Las olas lo botaron sin compasión, trató de luchar contras las olas asquerosamente saladas que cada segundo lo golpeaban por la cabeza y hundían para matarlo, gritó auxilio! como si hubiera alguien cerca, como si el cielo lo escuchara, era lo único que veía... era en lo único que creía.
Se ahogó...se hundió, las olas cumplieron su objetivo, llegó al fondo del mar y una vez ahí...comprendió todo.

-MAMÁ HERNA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!??????? MAMÁ HERNA!!!!!???????????
-Tranquilo Joaquín, era una pesadilla. Mira el lindo sol que hay allá afuera, ¿vamos a buscar papas?



Joaquín ahora tiene 20 años, y recuerda esa pesadilla como la única en su vida, pero aún no la comprende.


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