
ese silencio hablante el cual nos acompañó
junto a unas tantas copas de vino.
Le dije con ocultación a tu corazón
que extendiera sus alas para volar
hasta mis brazos que se acomodarían
entre tu cintura vibrante.
Rodamos en círculos sin pausarnos,
me hablaste con los ojos y me moviste
con tus labios.
Una vez más bajé la cabeza para divisar
tus movimientos y al levantarla me besaste.
No puedo evitar recordad ni un sólo segundo
lo elevada que me sentía al ritmo del piso,
tu respiración y la mía aumentaban juntas a
la misma frecuencia palpitadora.
Cerré mis ojos, pero los mantuve abiertos,
al volver a explayarlos ya me encontraba
en tu cama color elegancia y sabor a
abundancia.
No podría describir lo sucesor, mi mente en
ese momento tomó un viaje y simplemente no
volvió hasta el otro día cuando al despertar
me encontré con una nueva patraña y flores secas.
Sin duda fue la mejor actuación de tu vida.
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